sábado, 23 de enero de 2010

DESDE LAS IDEAS DE JUAN PABLO DUARTE



Concepción anticolonial de Juan Pablo Duarte

Por Alfonso Torres Ulloa

Navegar en la memoria de nuestra historia es obligatorio para no perecer como nación, pues cuando no bebemos en nuestra fuente esencial la tragedia de la historia se vuelve contra nosotros y no encontramos el camino del desarrollo cultural y perdemos el horizonte de la identidad propia.

Los pueblos que no afianza su porvenir en el conocimiento cabal y respetuoso de su propia conformación nacional estarán siempre perdidos en el tiempo y los valores que deben identificarlos aparecerán difusos, por tanto no habrá unidad a lo interno para descifrar el norte que debe conducirlos al desarrollo. Y no se trata tan solo del desarrollo material, de las riquezas materiales que ha de producir para el bienestar colectivo de los ciudadanos, es aún más apremiante el desarrollo espiritual y la propia identidad del conglomerado humano que conforma a un pueblo-nación.

En este orden de ideas nos preocupa la suerte que corre el pensamiento del padre de la patria de todos los dominicanos, Juan Pablo Duarte; pues parece olvidado o solo destacado en sus aspectos formales y de alguna manera presentado como un pensamiento social conservador.

Es imprescindible ahondar en la raíz de su pensamiento, toda vez que es el hombre que marca la esencia de la nacionalidad y al propio tiempo es el símbolo que nos une. Por tanto desde su pensamiento hay que actuar para enderezar la nación.

Por la forma en que los liberales dominicanos de los últimos setenta años se han comportado políticamente es claro que no han comprendido y/o no han estudiado cuidadosamente el pensamiento del dominicano de gloria más pura, pues han visto a Duarte desde una óptica muy reduccionista: la del hombre que se planteó la nación por oposición a la ocupación haitiana.

Y esto es un error garrafal, una muestra de la escasa visión política, de la no comprensión de la fuerza de lo propio y de un estudio superficial del pensamiento político de Juan Pablo Duarte.

Un pensamiento con una fuerza tremenda en estos tiempos que vive la primavera política de Latinoamérica, la que aupamos y cantamos sin ahondar en las razones causales de la misma.

Duarte fue un hombre que miró más allá de su propio tiempo, comprendió la brutalidad del pasado colonial y nos planteó la mirada del futuro afincada en nuestra playa para el baño necesario de porvenir y gloria, de felicidad y alborada. Por eso nos dijo, con un grito de todo pulmón: Vivir sin patria es lo mismo que vivir sin honor!

Pero no se crean que es referido únicamente al hecho cierto de que Haití nos ocupaba y nos vejaba, nos oprimía, sino que tuvo una visión de la libertad, la independencia, de la felicidad del pueblo, de la soberanía, de la autodeterminación, de ahí que nos señale: Nuestra patria ha de ser libre e independiente de toda potencia extranjera o se hunde la isla!

Y su amor a la patria nos lo señala con fuerza y con sentido de eternidad cuando nos afirma: Por desesperada que sea la causa de mi patria, siempre será la causa del honor y siempre estaré dispuesto a honrar su enseña con mi sangre!

Y a eso vino en marzo de 1864, a abonar el suelo fértil de Quisqueya con su sangre y dejar establecido su pensamiento anticolonial con su ejemplo.

Sin embargo, la idea de este artículo es anotar con letra de oro el concepto anticolonial del padre de la patria y seguir desbrozando el pensamiento del patricio para que la juventud no se deje engatusar tan solo con el pensamiento universal, pues la fuerza de los cambios son interiores.

Cuando Juan Pablo Duarte nos dice: “Quisqueyanos, sonó ya la hora de vengar tantos siglos de ultraje, y el que a Dios y a su patria desdora que en oprobio y baldón se amortaje”.

Ahí está la señal más auténtica de ese pensamiento anticolonial “vengar tantos siglos de ultraje¨, es claro que se refiere a los siglos de coloniaje español, a los siglos de sometimiento de nuestros pueblos; es indigno como dominicano quien siga pensando que el Padre de la Patria redujo su pensamiento al tema Haití, o que actúo simplemente porque era Haití la nación que en ese momento nos sojuzgaba.

La estela del pensamiento duartista nos llega a estos días y nos acompañará como faro de luz, como nación, en la eternidad.

Fue un hombre de pensamiento social avanzado: radicalmente nacionalista, de profundo amor por su pueblo, ejemplo de honestidad y de sacrificio, con una concepción antiimperialista y anticolonial muy clara.

Su pensamiento alcanza la madurez plena en los años de 1860, siendo una lástima que la salud no lo acompañara para que nos dejara otras reflexiones de hondo carácter filosófico, patriótico y anticolonial. Pero además que una buena parte de sus escritos se hayan perdido.

Estas ideas constituyen una invitación a los sectores liberales y de izquierda de la República para que estudiemos más a fondo el pensamiento del padre de la patria y que su ejemplo nos sirva de guía en estos tiempos de crisis moral que vive la nación, particularmente una coyuntura marcada por la debilidad de los valores patrios.

Es la gran unidad para la acción y así salvar la nación.

SOLIDARIDAD CON HAITI

HAITI: MALDICION IMPERIAL


Por Narciso Isa Conde

Los imperios coloniales y el imperialismo moderno nunca le perdonaron al pueblo haitiano el hecho de haber fundado la primera república independiente de nuestra América, realizado la primera revolución social anti-esclavista, reivindicado la negritud oprimida y ayudado con el suministro de armas a la campaña libertadora Bolívar.

Desde entonces se ensañó en su contra la maldición imperial: neocolonialismo, intervenciones militares, dictaduras feroces, saqueo y empobrecimiento atroz hasta devastar su territorio y conformar la sociedad más crónicamente empobrecida del hemisferio occidental; campo “fértil” para que los “desastres naturales” hagan estragos impensables al compás de los destructivos “cambio climático” provocados por un capitalismo en extremo explotador y depredador.

Un país así empobrecido, una sociedad forzada a sobrevivir al borde de la muerte en un territorio casi desértico y preñado de gente desvalida, de construcciones endebles, de zonas de altos riesgos, de estructuras erosionadas…. en fin de cuentas resultó proclive al colapso total y al genocidio inducido.

Contrario a lo pregonado y prometido, la reciente intervención militar estadounidense (disfrazada con el manto de la ONU) hizo de Haití un país más frágil y vulnerable.

Se habló de un narco-estado haitiano (pese a que el Estado no existía) y se anunció que esa intervención ayudaría a superarlo, cuando realmente perseguía profundizar la tendencia a convertir esa parte de nuestra isla en territorio libre para mafias protegidas y reguladas por las tropas extranjeras…hasta empujarlo, en fin, a la penosa condición de presa aniquilable por este fatídico terremoto de 7.3 grados.

El remedio a esta situación desgarradora no puede ser más intervención militar estadounidense.

Haití merece y necesita toda la ayuda del mundo. La deuda social de las potencias capitalistas con ese pueblo es colosal y hay que reclamarla con vigor, cuidando que lo que fluya como pago de la misma –y hasta ahora fluye poco y lento de las arcas imperiales- o como solidaridad de países y pueblos solidarios no deudores, no sea administrada ni por mafias imperialistas ni por claques corrompidas haitianas y dominicanas, todas ellas al asecho para beneficiarse de esa tragedia.

La reconstrucción del Estado y la sociedad haitiana se convierte en necesidad imperiosa.

El problema es que hay quienes quieren hacerlo como simulación por la vía de una gran ocupación militar y hay quienes queremos se haga de verdad por la vía de la autodeterminación y la participación popular.